Lo que aprendo cada día

Lo que aprendo cada día

Se vive aprendiendo continuamente, sin descanso, y a veces la lección es especialmente dura.
Estos días, he refrescado la memoria sobre una lección durísima, que es la esencia de la vida, lo que sostiene la fuerza del camino.
He vivido los últimos meses luchando la batalla de la vida, queriendo enmendarle a Dios su mandato, ó quizás no... tan solo siguiendo sus designios y conservar la idea arcaica de lo sagrado de la vida y nuestra obligación por conservarla.
Y ante la seguridad de que la muerte estaba próxima, me afane a luchar en su contra, aun sabiendo que la batalla estaba perdida.
Me uní a mi ser querido en un intento de sumar su fuerza a la mía, y entendí su desesperación y su miedo, esa angustia que todo lo cubre y lo iguala, y sufrí su desespero y su abandono, y seguí luchando.
Aparque las diferencias que toda relación conlleva y solo contaba la pelea, por que al final solo eso cuenta.
También aprendí para que personas cuento, y quienes me tienen en el olvido, aunque son cosas que se presuponen, nunca termina una de aceptarlas en su totalidad, máxime cuando son seres a los que amas y a los te entregaste por completo.
Y vaya si aprendes..., aprendes que nunca por mucho que hayas dado te será reconocido... que aunque tu corazón se rompa, para ellos, solo existe su propio yo, que jamás son las cosas tal las viste tu, que hay miles de ideas que sugieren cosas que jamás imaginaste pudieran darse... que has amado, que has entregado y que solo se te considera una miga de pan seco.
También existe el punto contrario... hay quienes jamás te consideraron y ahora aparcan esa creencia midiendo con otra vara tu esfuerzo y aunque eso ya no sea necesario de alguna forma se nivela la balanza.
Triste balanza de la pesar y medir entregas y sentimientos.
Por que ante la enfermedad, ante la muerte, solo importa sentir que en tu mano no hay huecos, que tu sudor es enjugado, que tu piel recibe un beso, quizás él ultimo, el beso de aquel que esta a tu lado.

Reme Gras